Iglesia de San Miguel Entre las creaciones del románico adnamantino, la iglesia de San Miguel merece los honores de monumento nacional. Sin que sea inicialmente el proyecto de mayores vuelos, sí encierra en su concepción y desarrollo arquitectónico una síntesis de valores estéticos que hacen de esta iglesia un ejemplar de excepcional interés.
Iglesia de San Miguel Consta en su interior de amplia nave central y dos laterales angostas, que se elevan sobre pilares de planta cruciforme a los que se adosan semicolumnas con despiezo a nivel de las hiladas. Los tramos primitivos de las naves llevan arcos fajones y formeros lisos, doblados y apuntados, cubiertos de agudos seimicañones de eje normal al de la iglesia. En cabecera, un ábside central se flanquea con dos absidiolos semicirculares. El segundo tramo de la nave principal lleva bóveda de crucería del siglo XV en sustitución de la primitiva. Las nervaduras descansan en cada ángulo sobre orladas ménsulas escutiformes. El eje del presbiterio es oblicuo en relación con el de las naves, motivando esta desviación, bien simbólica o exigida por las dificultades de su emplazamiento, una disposición irregular en la mitad anterior del templo. El ábside semicilíndrico cubierto con bóveda de horno, lleva tres ventanas saeteras centradas en el grueso del muro con doble derrame flanqueado de columnitas y arcos de medio punto, todo ello dentro de un vano más amplio de adecuadas proporciones. Entre los elementos decorativos de los capiteles del arco triunfal campean monstruos aprisionados por vástagos y, en su opuesto, cuatro animales fantásticos afrontados dos a dos. En los del cuerpo formero aparecen, en igual disposición, parejas de leones unidos en la arista del capitel con cabeza común, sobre un fondo estilizado de grandes foliáceas que llevan piñas y bolas en los ápices. Otros aparecen con variedad de cuadrúpedos, cabras rampantes, aves, monstruos, malla de doble cordel y excepcional capitel para apoyo de uno de los fajones, con dos barbadas figuras humanas estrangulando aves, tema de acusado orientalismo. En los restantes, de naves y ventanas absidales, predominan las foliáceas bulbosas rematadas en piñas y bolas. La primorosa talla de algunos de estos capiteles contrasta con la sencillez de otros, reducida a elementales obras de canteros. Las basas uniformes tienen garras o bolas sobre los ángulos del plinto. La bóveda del ábside se delimita en su arranque por imposta de fino ajedrezado que enlaza con los ábacos de los capiteles del presbiterio,ornados a su vez por banda de rosetones tangentes. Iglesia de San Miguel La obra escultórica más importante de esta iglesia, sirve de frontal a la mesa del absidiolo en el lado del Evangelio. Se trata de un espléndido bajorrelieve, representando el martirio de Santo Tomás de Canterbury en 1170. Centran la escena cuatro soldados armados con cota de malla, escudo y largas espadas, que se dirigen hacia el Santo arrodillado al pie del altar. Uno de ellos le decapita, mientras otro clava su espada en el cuerpo del clérigo auxiliar, que se halla en pie sosteniendo el báculo. El alma del Santo, representada por una cabeza, es recogida en un paño por los ángeles y elevada a los cielos. La losa de altar se apoya en columna salomónica encapitelada con acusados roleos. En el lado opuesto se ha perdido una figura sedente de la que se aprecia el sitial con peana sobre la que caen ondulados pliegues de la túnica. A la derecha, un ángel sentado sostiene una tablilla en la que parece dispuesto a escribir con un estilete que lleva en la mano izquierda. Arriba, dos ángeles en movida actitud, se elevan entre nubes. Todo ello descansa sobre un friso de bulbos foliáceos El frontal de San Miguel de Almazán, pese a sus deterioros, constituye una excelente pieza de la escultura románica de finales del siglo XII. Su dinámica y equilibrada composición, técnica de relieve con ayuda de trépano, y minucioso tratamiento de los detalles, acreditan a un artista de primera línea; el mismo que esculpió la entrada de Jesús en Jerusalén para la derruida iglesia de San Nicolás, de Soria. Aun cuando el tema parezca raro en la hagiografía del arte español, podemos explicárnoslo a causa del matrimonio de Alfonso VIII con Leonor de Inglaterra, hija de Enrique II. El rey castellano otorgó a su mujer, en arras, la fiel ciudad de Soria y otras plazas y castillos, en compensación del ducado de Gascuña que ella aportaba. Así pudo sugerirse esta representación insólita -como la dedicación de contados templos en Castilla- que acaso implicaran en el ánimo de la Reina un fondo de devota expiación ante el cruento episodio acaecido durante el mandato de su padre, el rey inglés. Iglesia de San Miguel Tras este recorrido a lo largo de las naves, sorprende coronando el esbozo de crucero, la espectacular cúpula, genial alarde constructivo de la arquitectura hispano-musulmana, que por sí sola justifica la importancia excepcional de este monumento. Según fórmula clásica, sobre arcos torales voltean unas trompas formadas por superposición creciente de seis arquillos baquetoneados para pasar de la planta cuadrada a la octogonal. Las aludidas desviaciones del eje central de la planta, y rota la escuadra de los correspondientes pilares, esta cubierta, así concebida, habría de originar sobre el octógono irregular, problemas de ajuste harto complejos, que fueron resueltos con maestría. No se quedó corto el equipo constructor al pretender una obra digna de su talento, tanto en sus líneas arquitectónicas como en su ornamentación. El arranque sobre la base octogonal se acusa por una rica imposta de bifolias encajadas en las ondulaciones simétricas del vástago que la recorre en toda su longitud. A su vez, ocho ménsulas se intestan en el centro de cada lado manteniendo el nivel de la imposta que se ajusta al vuelo, realzando el ábaco con la continuidad del mismo relieve de bifolias. Cuatro de las ménsulas ostentan manojos de foliáceas en doble serie con bella disposición y cuidada talla. Otras cuatro presentan parejas de aves y cuadrúpedos afrontados con torsos doblados y las cabezas bajas, como rendidos por la carga que soportan. Todo ello de un arte exquisito que supera en calidad a lo esculpido en el resto de la iglesia. De cada ménsula arrancan dos arcos de medio punto, de sección rectangular y arista abocelada, con divergencia suficiente para buscar las ménsulas laterales opuestas, combinando los ocho arcos la uniforme crucería que origina la gran estrella de otras tantas puntas. En el centro queda el vano ochavado en el que encaja un bien ajustado marco, como base para la linterna, a cuyos ángulos se adaptan menudas impostillas. Los paños interiores de la estrella llevan intestados uniformemente bloques prismáticos de cuatro caras alargadas que soportan tres bolas, la central de mayor tamaño, traduciendo de este modo las arqueta s de reliquias de los antiguos cenobios, o sus precedentes cordobeses de florones y estrellas cóncavas. Se abrieron en la plementería baja de la cúpula ocho boquetescirculares para iluminar y ventilar las naves, cuatro de ellos ampliados para iluminar mejor la iglesia. Hemos aludido reiteradamente a las concomitancias de esta cúpula con la cordobesa, que cubre uno de los tramos laterales que preceden al mihrab de la mezquita. Su origen oriental logra aquí su máxima expresión y da de un proceso hispano-musulmán que, a través de la del Cristo de la Luz, llega a la iglesia de San Miguel. Nuevamente aparece este tipo de cúpula en la capilla octogonal de Torres del Río, localidad próxima a Estella, y hacia el norte, traspasando la frontera, llega a la región vasco-francesa de Bearn, donde reconocimos su presencia en Santa María de Olorón, y en el próximo Hospital de San Blas, de la misma comarca de Soule, por donde discurren las rutas jacobeas del pirineo francés. En todas estas cúpulas no existen, respecto de las cordobesas, más variación esencial que la de los arcos, al arrancar aquí de los ángulos del octógono mediante columnitas, y en las restantes de las ménsulas situadas en la mitad de los lados. Estos alardes arquitectónicos han supuesto la maduración de un sistema constructivo que desde las bóvedas nervadas de las iglesias románicas, mudéjares hispanas y del occidente aquitano, condujo hasta las bóvedas de crucería de las catedrales góticas y todavía, en época más reciente, nos sorprendió su aparición en la iglesia de San Lorenzo, de Turín, de planta borrominesca, donde en la segunda mitad del siglo XVII, el arquitecto P. Guarini cubrió el cuerpo del templo inspirándose en esta estructura hispanomusulmana de la que la cúpula de San Miguel es un hito representativo en su expansión hacia Europa. La visión nueva y gozosa del exterior de la iglesia adnamantina es ahora posible después de demoler las construcciones parásitas y el cuerpo de muralla adosado que ocultaban su ábside, primoroso y único en nuestra arquitectura románico-mudéjar. Iglesia de San Miguel Sobre planta semicircular se levanta el ábside de sillería con tres huecos para ventanas, que cobijan saeteras con su derrame flanqueado por columnitas y arco de medio punto. El área absidal queda dividida en tres tramos, correspondiendo a las tres ventanas, mediante cuatro semicolumnas adosadas al paramento en toda su altura. Corona el ábside una imposta de modillones de rollos simétricamente espaciados, sólo interrumpidos por los capiteles de las semicolumnas, decorados con foliáceos, roleos y piñas, que al adaptarse a la hilada de los modil1ones achatan su altura. Sobre éstos se eleva una cornisa de hornáculos trilobulados de gran efecto decorativo, que realza el remate del ábside y presta apoyo de mayor vuelo al alero. La uniformidad de los hornáculos, formados los más de dos piezas, se altera en los monolíticos que corresponden a los ábacos de los capiteles y que ofrecen la particularidad de llevar calado un cuadrifolio cruciforme; el mismo que hemos visto intestado en la plementería de la cúpula del transepto de la citada Santa Cruz de Olorón, también en piezas monolíticas colocadas alternativamente en cuatro de los ocho paños, cerca de la convergencia de los arcos que forman las puntas estrelladas de la cúpula. Es notable observar que a la disposición de las arcuaciones lombardas, que aquí nos llegan a través del Mediodía de Francia y Cataluña, se asocian las influencias decorativas morisco-aragonesas -tipo Daroca- para adoptar la disposición de homáculos trilobulados que tan señalada difusión tuvieron en la época califal. Como remate sobresale el alero con estría baquetonada en toda su longitud, cerrando el vuelo del ábside. Entre éste y la torre, apunta un ángulo del presbiterio con modillones de rollos y alero con perfil de nacela, sobre el que se eleva el cilindro de la escalera de caracol para el campanario. Por último se recorta en el cielo la torre octogonal montada sobre el crucero, con dos cuerpos bien diferenciados: el primero, de piedra sillar, lleva ocho troneras ojivales y arco decorativo lobulado remitido en el intradós, en cada una de sus caras, para iluminar indirectamente el interior de la cúpula. Delimita este cuerpo una imposta de arcuaciones lombardas lisas, apoyadas en reducidos modillones decorados con pares de rollos verticales. Sobre el conjunto corre un alerillo protector. Iglesia de San Miguel Aparte de San Miguel, solamente dos iglesias románicas dentro de la provincia recibieron esta ifluencia: la de Caltojar, con dobles arcuaciones, y la más humilde de Bordecorex, que lleva solamente una serie de arquillos en su alero absidal. El segundo cuerpo de la torre, más reciente, se eleva desde la imposta mediante un zócalo de sillería para continuar en obra de ladrillo hasta el final, manteniendo sus líneas generales de prisma octogonal, si bien con bandas apilastradas, impostillas y planos con rombos y cuadrados decorativos de acusado mudejarismo. En alto, el agudo remate cumple su doble función de giraldillo y antena protectora. Texto tomado del libro Almazán. Ilustre villa soriana (1973)
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