Aunque hay historiadores que aseguran que los fundadores del asentamiento del cual luego nacería Soria fueron dorios o, tambien, suevos, lo cierto es que los restos más antiguos hallados en esta región son romanos.
Después de los romanos, fueron los musulmánes la presencia más importante de la región, hasta que la reconquista iniciada por los ejercitos españoles logro ocupar la ciudad a comienzos del siglo XII.
El siglo XIII fue muy importante para Soria porque gracias al empuje de los comerciantes se generó una prosperidad que permitio construir centenares de casas para alojar a los habitantes que querían obtener su parte del paraiso en esta ciudad que prometía hacer rico en poco tiempo a cualquier persona lo suficientemente emprendedora.
En 1266, como consecuencia de sus logros, Soria logró obtener la categoría de ciudad gracias a una bula de Clemente IV. Este reconocimiento propició nuevas actividades por parte de los comerciantes locales, especialmente aquellos que se habian enriquecido gracias a la industria de la lana, quienes consiguieron ser una de las dieciseis localidades con derecho a enviar procuradores a las Cortes del reino de Castilla.
Sin embargo, Soria no pudo sustraerse al clima de época, y el decreto de expulsión de judios afecto profundamente su economía, hecho al que se sumo, luego, su perdida como centro político estrategico.
Los comienzos del siglo XIX no fueron demasiado prometedores para la ciudad que se vio asaltada por tropas francesas que la saquearon e incendiaron el 20 de noviembre del año 1808. Los efectos pueden notarse en las estadísticas: según el censo, para 1842, Soria contaba con 900 hogares y unos cinco mil vecinos.
En la actualidad, Soria es una encantadora capital de provincia con una población estable de casí cuarenta mil habitantes donde puede disfrutarse aún el encanto de la vieja España que señorea por sus calles y plazas.
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